Macho Beta

La semana pasada fue muy comentada la última encuesta del CIS, donde preguntaban sobre la percepción de la igualdad entre hombres y mujeres. Concretamente se preguntaba sobre si se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres. Pero más allá del debate abierto sobre poner en duda la formulación de esa pregunta y su utilización mediática para ocultar otros datos positivos sobre el avance en igualdad, creo que es enormemente preocupante que el 51,8% de los chicos entre 16 a 24 años estén de acuerdo con esta afirmación. Como hombre que se encuentra dentro de esa franja de edad, no puedo evitar echar la vista atrás al colegio, cuando empezamos a socializar entre nosotros. 

La nueva masculinidad no es algo nuevo para mí. Desde muy pequeño, siempre estuve al margen del prototipo de “niño machote”: jugar al fútbol en el recreo, vestir con chándal de fútbol, hablar solo de fútbol en los momentos en los que no se está jugando al fútbol, no tener apenas relación con las chicas de clase y aparentar siempre una especie de insensibilidad chulesca y agresiva (imitando esa masculinidad tóxica común entre las estrellas de fútbol masculino). Así eran casi todos los niños de mi colegio. Y como yo no encajaba en ese marco tan rígido (una vez llegué a pedir a los Reyes una “cocinita”), siempre me sentí totalmente excluido. Solo me juntaba con las chicas, ya que eran las únicas que al menos toleraban mínimamente mi forma de ser. Con ellas se podía hablar de otras cosas más interesantes que el fútbol, pero con los años también comprendí que tampoco les hacía mucha gracia que estuviera con ellas en el recreo, en parte porque les habían enseñado que mi sitio no era el suyo. Y claro, los niños no tardaron en llamarme maricón. Supongo que en su casa les enseñarían cómo señalarlos, ya que ningún niño es homófobo por naturaleza.  

Lo más curioso es que, conforme he crecido, esta situación ha mejorado mucho en las formas, pero el fondo de la cuestión sigue siendo muy parecido. Todavía me cuesta tener amigos que sean hombres y heteros, y, en general, las mujeres y las personas del colectivo LGTBI me siguen pareciendo mucho más tolerantes. Ya no me dicen maricón, pero muchos hombres (y mujeres) todavía se sorprenden cuando les hago saber que soy heterosexual, como si les molestara.

No pretendo poner al mismo nivel mi experiencia personal (privilegiada, al fin de al cabo) con la opresión de miles de años del patriarcado hacia las mujeres, porque sería algo de mal gusto. Dicho esto, sí creo que la masculinidad normativa que impone el patriarcado es tremendamente nociva y represiva para muchos hombres que no comparten en absoluto estos valores. Por presión social y cultural se ven abocados a perpetuar este modelo; el cual no les satisface ni les permite desarrollar su personalidad en libertad. El patriarcado oprime a todas las mujeres, y también a los hombres disconformes con una masculinidad tóxica, violenta y opresora. 

Por esto, creo que cualquier hombre debería apoyar y acompañar al movimiento feminista, ya que, además de luchar por la plena igualdad entre hombres y mujeres, estaremos también arrinconando al macho alfa. Apostemos por el macho beta.


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Luis E. Patiño

Madrileño, politólogo, militante y apasionado del urbanismo y las ciudades.

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