La sociedad del cansancio

Hace unos meses, leí un ensayo breve titulado La sociedad del cansancio (Heder). Byung-Chul Han es su autor, nacido en Corea del Sur y afincado en Alemania como profesor de estudios culturales en la Universidad de Artes de Berlín. Últimamente, este autor se ha puesto muy de moda, de esto que entras en las librerías de gafapastas de Madrid y encuentras sus obras en las estanterías de recomendados.

La obra se publicó hace más de una década, y a pesar de los tiempos fugaces a los que nos han hecho acostumbrarnos, creo que es una lectura imprescindible para comprender el origen de nuestro cansancio. Escribía hace poco José Luis Sastre en El País que, la respuesta más común a un “¿qué tal estás?” ha pasado de un “muy bien, ¿y tú?” telegráfico a un “cansado, pero no me quejo”. Hemos normalizado en nuestra cotidianidad algo que, especialmente en los jóvenes, no debería ser normal. Descansar, disfrutar de un sueño reparador o pensar con la mente despejada ha pasado a ser una excepción en nuestro día a día.

Byung-Chul Han describe la fatiga como “una enfermedad de la sociedad neoliberal del rendimiento”. Una enfermedad en la que nosotros mismos nos autoexplotamos de forma aparentemente voluntaria para alcanzar una supuesta realización personal. Es decir, ya no es tanto el tener un jefe que nos aprieta hasta exprimirnos la última gota, sino el imperativo interior de tener que rendir cada vez más. Hemos interiorizado tanto los dogmas neoliberales que ahora ya no hace falta que nos exploten, ya lo hacemos nosotros voluntariamente.

Él argumenta que, para el sistema, explotarse a sí mismo es más eficaz que ser explotado por otros, porque conlleva la sensación de libertad. Nos proporciona una falsa impresión de que nosotros tenemos el control absoluto de nuestros resultados, haciendo que el trabajo sea nuestra única razón de ser, y el consumo nuestra expresión más burda de esa libertad de cartón-piedra. Parece que finalmente hemos encontrado la mejor definición de la famosa libertad de Ayuso. Arbeit macht frei (el trabajo te hará libre), como rezaba el lema infame de los campos de concentración alemanes.

Otro de los males de esta sociedad del cansancio tiene que ver también con la digitalización y el teletrabajo, que vino para quedarse en muchos sectores tras la pandemia.  Byung-Chul Han escribía en un artículo que lo que también nos agota es la falta de contactos sociales, la falta de abrazos y de contacto corporal con los demás. La ausencia de rituales que se dan de forma natural en una sociedad humana (como el descanso del café) son los que también nos convierten en seres menos sociables y cada vez más individualistas y cerrados en nosotros mismos.  

Es agotador teletrabajar en solitario, pasarse el día sentado en pijama delante de la pantalla del ordenador, hablando con tus compañeros por Teams y tener que hablarle a una pantalla durante horas en reuniones en las que ni ves, ni oyes ni hueles a tu interlocutor. Esa falta de interacción es la que también nos va quitando trocitos de humanidad poquito a poco.

Y sí, todo esto lo he escrito un viernes por la tarde con bastante cansancio acumulado de la semana (cambio de hora incluído) y con pánico de que lleguen esas tardes de domingo en las que uno no sabe donde meterse. Disfruten del fin de semana, y sobre todo, dejen que su yo interior les exija el descanso al que todos tenemos derecho.


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Luis E. Patiño

Madrileño, politólogo, militante y apasionado del urbanismo y las ciudades.

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